La civeta salvaje derribó una serpiente venenosa sobre el árbol, lo que provocó una considerable alarma entre los observadores que veían a esta criatura como un adversario natural en la vida de los animales salvajes.
La transformación de un cazador en presa es un hecho relativamente raro en el ámbito de la vida silvestre, pero la escena en la que una civeta salvaje mordió sin miedo a una serpiente venenosa justo en un árbol ha dejado a muchas personas asombradas y desconcertadas por su audacia. Capture la extraordinaria hazaña de este pequeño animal.
Armada con un potente veneno capaz de matar a un ser humano, la cobra escupidora, científicamente conocida como Dispholidus typus, se erige como un depredador formidable en la naturaleza. Sin embargo, la mangosta es su adversario natural, que no teme el veneno que posee la cobra escupidora. En el momento en que la serpiente se deslizó hasta la punta de la rama, la mangosta, una hábil asesina, se acercó cautelosa pero resueltamente a la serpiente venenosa.
Al reconocer el peligro inminente, la serpiente intenta escapar, retorciéndose para liberarse del cerco de la implacable mangosta. Sin embargo, los esfuerzos de la serpiente resultan inútiles, ya que la mangosta permanece decidida en su determinación de asegurarse una comida de carne de serpiente para ese día. La persecución entre la mangosta y la serpiente venenosa culmina en un punto muerto, con la mangosta mordiendo repetidamente la cabeza de la serpiente para infligir daño, mientras busca un momento oportuno para hundir sus afilados dientes en la cabeza de la serpiente, entregando el golpe fatal final.
La dramática e intensa caza de serpientes fue capturada hábilmente por la fotógrafa sudafricana Elana Erasmus en el Parque Nacional Etosha de Namibia. Tras un período de lucha y de intensas maniobras, la serpiente venenosa se encuentra agotada y fatigada. Cede el control al destino, permitiendo que los acontecimientos se desarrollen y conduzcan a su peor resultado: convertirse en presa de la implacable mangosta.
Las mangostas no son asesinas a sangre fría, sino que exhiben una agresión calculada cuando es necesario. En una ocasión digna de mención, una mangosta triunfó valientemente sobre cuatro cachorros de león y logró escapar.