En un pequeño pueblo donde la vida era tranquila y sencilla, vivía un niño llamado An y una adorable perra llamada Lulu. An y Lulu fueron amigos inseparables desde una edad temprana, compartiendo alegrías y tristezas mientras exploraban el mundo juntos.
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Todas las noches, An llevaba a Lulu a un vasto campo de hierba detrás de su casa. Jugaron alegremente, y sus espíritus estaban altos. Sin embargo, últimamente, Lulu mostró signos de debilidad y parecía haber perdido la energía que alguna vez tuvo. An se preocupó, sin saber cómo ayudar a su pequeño amigo peludo.
Un día, mientras leía un libro sobre el poder de la oración, An decidió intentarlo. Puso suavemente su mano sobre la cabeza de Lulu y suavemente dijo: “Lulu, ¿puedes orar conmigo? Deseo tu pronta recuperación. ¿Puedes orar conmigo?” Lulu miró a An con ojos agradecidos y ladró dulcemente, como si aceptara la invitación.
A partir de ese día, todos los días, An y Lulu oraron juntos. An oró por la salud de Lulu, por la felicidad y el bienestar de su familia y por un mundo mejor. An podía ver la fe en los ojos de Lulu, y parecía como si el perro pudiera sentir el consuelo de las oraciones del niño.
Milagrosamente, con el paso del tiempo, la salud de Lulu comenzó a mejorar. Recuperó su fuerza y se volvió tan animada y enérgica como antes. An supo que sus oraciones habían sido respondidas y, a partir de ese momento, su creencia en el poder de la oración se hizo más fuerte.
No solo durante los momentos difíciles, An y Lulu también rezaron cuando se sintieron alegres. Expresaron su gratitud por los placeres simples de la vida, como disfrutar de una buena comida o presenciar un hermoso amanecer. El niño y su perro apreciaron más las pequeñas cosas que ofrece la vida.
An y Lulu compartieron el amor y los milagros de la oración con quienes los rodeaban. A menudo tendían una mano amiga a los necesitados y traían esperanza a los que carecían de ella. El hermoso vínculo y el amor fomentados a través de sus oraciones cambiaron tanto a An como a Lulu, convirtiéndolos en mejores personas que brindaron felicidad a quienes los rodeaban.
Y así, An y Lulu continuaron orando juntos, no solo por sus propios deseos, sino por el bienestar de todos en el mundo. A través de la oración, su amistad se fortaleció y creyeron firmemente que con sinceridad y fe, las oraciones podrían ayudarlos a superar cualquier dificultad y cosechar maravillas en la vida.